Los medios Representan a los ciudadanos y se convierten en mediadores entre estado y el poder‏.

Por José Miguel Medina Tejeda
Quien sale una vez, vale. Quien sale mucho, vale mucho. Y con tanto valor
agregado, locutores y locutoras, comunicadoras y periodistas, ya no sólo
hablan en público, sino en nombre del público.
Nadie los eligió para dicha representación, pero ahí están ellos y ellas,
sonrientes y aceptados, ocupando la silla vacía que dejaron líderes
políticos y sindicales, jerarquías y gobernantes venidos a menos por haber
tomado parte en el botín fácil de la corrupción.
La gente ha endosado a los medios la confianza perdida en tales
dirigentes. Cómo representantes de la ciudadanía, los medios se
convierten en mediadores entre estado y el poder.
Abanderando causas nobles o plegándose a quien más paga, la radio, la
televisión y la prensa se dan cita, casi sin excepción, en medio
de todos los conflictos sociales.
Los medios destapan escándalos, fiscalizan a las autoridades, les
recuerdan sus promesas de campaña, defienden los derechos del
consumidor, resuelven problemas cotidianos, desde el barrio que se quedó
sin luz hasta el radiotón para la navidad de los niños pobres.
En los medios, se reúne el gobierno con la oposición, se presentan las más
variadas tendencias políticas. En las emisoras y televisoras democráticas,
dialoga el alcalde con los vecinos, se confrontan los empresarios y los
obreros, los funcionarios y los usuarios, hablan todos los sectores,
amigos y enemigos, de arriba y de abajo, de derecha, izquierda y centro.
Los medios se han convertido en el principal lugar de encuentro e
intercambio, punto de reunión obligatorio para todos aquellos que quieren
vivir civilizadamente. En los sets y en las cabinas se hacen alianzas, se
construyen adhesiones y consensos, se logran negociaciones, se debate con
todos y todas sobre todo.
La opinión pública gravita en torno a estos espacios de mediación social.
Desde hace años se viene hablando de la prensa como el cuarto poder. Tal
como van las cosas, quizás ya sea el primero. O el trampolín para el
primero.
La verdad es que en América Latina, si usted quiere hacer carrera política,
su mejor opción es meterse a locutor o cantante.
Si quiere un cargo público, comience haciéndose simpático ante
oyentes y televidentes. No es broma. Haga memoria de la cantidad de
personajes que han ingresado a la vida política por la puerta del arte o
el deporte, desde Johnny Ventura hasta Sergio Vargas, Raúl Mondesí, Roberto
Salcedo.
El camino se recorre también al revés: los gobernantes se las dan de
artistas y deportistas para ganar puntos en un sistema político cada vez
más faranduleado
Los medios, especialmente los audiovisuales, han alcanzado en menos de
un siglo una preponderancia como no tuvo ningún emperador en la historia,
como no acumuló ninguna otra institución en tan corto tiempo.
En nuestro caso o el de ustedes, lectoras, lectores, y el de quien escribe
la radio y la televisión, ambas, seducen multitudes. La radio y la
televisión no son hermanas enemigas ni tienen que rivalizar por la
zapatilla de la cenicienta. A las dos les sobran pretendientes.

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